Cuando pensamos en crear una marca, además de la idea que la sustenta, de la actividad a la que se va a dedicar, o su propia personalidad, tenemos que dar el paso imprescindible de darle un nombre. Es muy necesario cuidar este proceso (más de lo que a veces suponemos), para así conseguir un nombre de marca adecuado. A las técnicas y procesos con los que llevamos a cabo esta tarea, se le denomina "Naming".
En definitiva, el proceso del "Naming" se podría resumir en que es la creación del nombre de una marca. Algo que no tiene nombre o no puede ser nombrado, es como si no existiera; pero en este caso hay que ir mucho más allá: porque el naming debe ir acompañado de una identidad de marca, una personalidad que nosotros también hemos de construir.
El nombre de nuestra marca será, al fin y al cabo, el pilar que sustente toda nuestra actividad, nuestras comunicaciones corporativas, publicitarias, etc. Se trata de un valor fundamental de la marca, pues acabará convirtiéndose en el "mensaje" más repetido de todos. Leído, pronunciado, impreso en packaging y publicidad, implantado en nuestras creatividades... estará necesariamente en todas partes.
Una de las cosas más agradables de estrenar coche es el olor de su tapicería. Para seducir a través del olfato a sus potenciales compradores, BMW diseñó una campaña de Marketing Directo en Canadá cuya creatividad olía a coche nuevo. Consistía en la elaboración de tarjetas de publicidad perfumadas con olor a coche nuevo que eran enviadas a los compradores.
Según una investigación de la Universidad de Rockefeller (NY, USA), recordamos el 35% de lo que olemos, frente al 5% de lo que se ve, el 2% de lo que se oye, y el 1% de lo que se toca. El olfato es el sentido que mayor poder de evocación y el que más estimula nuestros recuerdos. Es decir, que los olores pueden inducirnos a comprar.