¿Alguna vez has olido algo que, de inmediato, te ha transportado a un momento concreto de tu vida? Puede que fuera el perfume de una persona especial, el olor a pan recién hecho de tu infancia o incluso el característico aroma a palomitas al entrar en el cine. Ese poder casi mágico del olfato es, precisamente, lo que ha convertido al Marketing Olfativo en una herramienta clave dentro del marketing sensorial.
El marketing olfativo ha dejado de ser una tendencia para convertirse en una estrategia consolidada. Cada vez más marcas lo incorporan para potenciar el recuerdo de sus productos o fortalecer su identidad corporativa. Y no es casualidad: estudios demuestran que un aroma puede incrementar la intención de compra hasta en un 30% y multiplicar por dos la permanencia en tienda. ¿Por qué? Porque el olfato es el sentido más vinculado al sistema límbico, donde reside nuestra memoria emocional.
Como afirma la firma especializada Akewuele, “un simple aroma es capaz de llevarnos a lugares recónditos de nuestra memoria”. Y eso, en el universo del branding, es oro.
En un entorno saturado de estímulos visuales y auditivos, crear un vínculo emocional a través del olfato es una forma poderosa de diferenciarse. No se trata solo de ambientar un espacio, sino de construir una identidad que se respira, se recuerda y se siente.
Imagina una marca que no solo vendiera zapatos, sino que también oliera a cuero nuevo y madera. O un hotel cuyo lobby siempre tenga ese aroma exclusivo que luego puedas comprar en forma de vela o mikado. Esa conexión íntima, casi subconsciente, transforma una marca en experiencia.
Parece intangible, pero su impacto es brutal. Una simple tarjeta impregnada de perfume, una tienda que huele a galleta recién horneada, o una panadería de barrio que deja escapar el aroma del pan a la calle son ejemplos reales de cómo el olor activa impulsos de compra y fidelidad.
Además, hay algo que el marketing olfativo tiene que ningún otro canal posee: no se puede copiar ni compartir. No puedes descargarlo, no puedes enviar un enlace. Solo puedes vivirlo.
Zara Home: cada temporada lanza nuevas fragancias exclusivas para el hogar. El olor se convierte en parte del estilo de vida que vende la marca, aumentando el ticket medio y la permanencia del cliente en tienda.
NH Hotels: utiliza un aroma corporativo propio (fresco, limpio, floral) en sus espacios comunes. Este olor se puede adquirir también como ambientador para el hogar, prolongando la experiencia del cliente más allá de su estancia.
Panaderías Panaria: han apostado por mantener constantemente en sus locales el olor a pan recién hecho, incluso cuando no se hornea. ¿El resultado? Más tráfico, más permanencia y más ventas cruzadas (café, repostería, etc.).
Renfe: en sus campañas de marca, ha utilizado ambientadores con aroma a césped recién cortado o lluvia, evocando experiencias relacionadas con el viaje, la naturaleza y la nostalgia.
El marketing olfativo no solo fideliza, sino que posiciona y diferencia. Invita a las empresas a pasar del producto al recuerdo, del servicio al vínculo emocional. Porque al final, un aroma vale más que mil palabras, sobre todo si es capaz de quedarse en la mente (y en el corazón) del consumidor.