Cuando pensamos en crear una marca, además de la idea que la sustenta, de la actividad a la que se va a dedicar, o su propia personalidad, tenemos que dar el paso imprescindible de darle un nombre. Es muy necesario cuidar este proceso (más de lo que a veces suponemos), para así conseguir un nombre de marca adecuado. A las técnicas y procesos con los que llevamos a cabo esta tarea, se le denomina "Naming".
En definitiva, el proceso del "Naming" se podría resumir en que es la creación del nombre de una marca. Algo que no tiene nombre o no puede ser nombrado, es como si no existiera; pero en este caso hay que ir mucho más allá: porque el naming debe ir acompañado de una identidad de marca, una personalidad que nosotros también hemos de construir.
El nombre de nuestra marca será, al fin y al cabo, el pilar que sustente toda nuestra actividad, nuestras comunicaciones corporativas, publicitarias, etc. Se trata de un valor fundamental de la marca, pues acabará convirtiéndose en el "mensaje" más repetido de todos. Leído, pronunciado, impreso en packaging y publicidad, implantado en nuestras creatividades... estará necesariamente en todas partes.
Si hacemos un repaso de personas tremendamente ricas, podríamos hacer una lista, que a modo de facilidad lectora, podríamos resumir en:
Henry Ford: a principio del siglo XX fue pionero en el desarrollo de la producción en cadena, lo que le permitió fabricar en grandes cantidades. Thyssen: en los años 40 creó los ascensores en Europa. Steve Jobs con Apple: en los años 70 inventaron los PCs. Bill Gates: a mediados de los años 70 desarrolló un software totalmente novedoso, no existía nada parecido. Amancio Ortega, dueño de Zara, que inventó un concepto que hasta entonces no existía: vender moda barata.